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Avatar de Araceli Mateos Ghosh

Después de leerte me quedo pensando no en si la angustia viene antes o después, sino en por qué aparece esa y no otra. Heidegger la sitúa como originaria, pero en la práctica (y tú lo mencionas sin decirlo del todo) siempre hay algo previo que la prepara: un cansancio acumulado, una idea de uno mismo que se ha ido resquebrajando, una tensión de fondo que no hemos querido mirar. No surge en el vacío, aunque lo parezca.

La idea de la inquietud como fuerza que empuja a decidir la siguiente acción me resulta interesante. Tiene sentido, pero me pregunto si no es también un producto de cómo vivimos hoy: de esa necesidad de reafirmarnos constantemente en quién creemos ser. No sé si es universal o más bien un síntoma de época.

Y me surge otra pregunta: si todo gesto es una forma de compensación, ¿existe algún espacio que no funcione así? ¿Alguna zona donde una no esté resolviendo nada, ni corrigiéndose, ni apuntalando su identidad? No sé si existe, pero sería un descanso.

Sobre Cortázar, es genial cómo lo has hilado: la causa siempre llega tarde. Inventamos razones para darle dirección a algo que ya estaba en marcha. La cuestión es por qué ese movimiento toma unas formas y no otras.

Me dejas pensando, y eso me gusta mucho un domingo por la mañana mientras cocino.

Un abrazo.

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Avatar de Edu Rodríguez

Gracias Araceli.

Yo sí creo que le necesidad de afirmarnos es universal, porque siempre me llevo todo a la estructura dinámica del valor. Me parece una explicación simple en la que cabe todo el comportamiento. Ahora bien, cuando dices que “sería un descanso” pensar que pueda ser de otro modo, me haces pensar que no me he expresado bien, porque este actuar sobre el valor y que el valor esté vinculado al valor propio no implica algo en sí ni positivo ni negativo. No es necesariamente ni deficitario ni excesivo, pero sí que debe haber un desequilibrio.

Recuerdo siempre una historia de "This american life" en la que entrevistaban a una persona que se había quedado con niveles mínimos de testosterona, y que explicaba que estaba perfectamente satisfecha –como consecuencia, no necesitaba hacer nada. Comía helado de vainilla para alimentarse, y se pasaba las horas sentada en la cama y mirando a la pared. Esta descripción a mí me recordaba a los efectos del MDMA (yo soy de esos a los que les tranquiliza en lugar de excitarlos). Mucha felicidad, sí, pero acción nula.

Creo que toda acción procede de algún tipo de necesidad, y por eso la idea de la vida eterna me parece una contradicción: la vida eterna sería la necesidad eterna, o no sería vida. Como promesa, deja mucho que desear. Ahora bien, ¿son necesidades variadas? Yo creo que se puede subsumir todo bajo “valor” porque el “valor” en sí no está determinado, es un concepto vacío que recibe su contenido de la historia de cada uno, así que nos permite explicar la variabilidad del comportamiento. Decir “actuamos para generar identidad y adquirir valor” no significa “actuamos porque somos narcisistas”, significa “actuamos para ser lo mejor que podemos ser, dentro de lo que hemos aprendido a definir como mejor”. Una estructura muy versátil...

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Avatar de Cristian Martín

¿Cómo interpretas Edu la gente que actúa porque se ve obligada por las circunstancias y no por que han elegido ser un tipo determinado de persona?Gente que mata en una guerra, que comete delitos para poder comer, etc

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Avatar de Edu Rodríguez

Oh no, la palabra "elección" no entra en este contexto. No eliges qué tipo de persona quieres ser, los valores son todos recibidos. La persona que mata en una guerra está todavía, dentro de la ubicación en la que se encuentra, de las estructuras causales aprendidas en las que se ve inmersa, ejecutando las acciones que ha aprendido a valorar. De entre las opciones disponibles, toma la que lo aproxima más a la persona que ha aprendido a querer ser. Quizás eso implica sobrevivir (pero también hay quien desierta y quien se deja matar), quizás creerse la milonga de alguna causa, etc.

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Avatar de Araceli Mateos Ghosh

Pero hay acciones que no refuerzan ningún valor propio, más bien lo erosionan. Conductas que no querríamos que nos definieran y que, sin embargo, repetimos. Ahí parece que no actuamos para afirmarnos, sino para defendernos de algo previo, o simplemente porque no tenemos otro recurso. ¿Cómo encaja esto?

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Avatar de Edu Rodríguez

El modo en que lo planteo es como el encaje de valores contradictorios. Ten en cuenta que, cuando hablo de “valor”, me refiero al orden de preferencia de acciones granulares, no solo a valores con nombre o genéricos como “la integridad” o “el pragmatismo”. Y que la mayoría de los valores son subconscientes (o mejor, preconscientes). Entro al detalle de esto en el post de dentro de dos semanas, pero básicamente, la idea es la siguiente. Supón que yo adquiero dos valores fundacionales contradictorios: mi padre ama los coches, mi madre los odia. No como meros gustos, supongamos que mi padre quería ser piloto y fracasó y se gasta el dinero de la familia en coches, acaba causando el divorcio de mis padres. El amor de mi padre y el odio de mi madre no se anulan el uno al otro, sino que generan una relación “problemática”, un encaje de difícil solución: en unos aspectos (en unas dimensiones) yo doy preferencia a los coches, en otros los aborrezco. Cuanto más difícil sea el encaje, más complejo será mi comportamiento (y aquí esté el tema de algunos encajes extremos, como las fantasías psicóticas, etc. Por cierto, acabo de ver Bugonia, que me ha encantado, y creo que serviría de ejemplificación de este intento de encajar la circunstancia con el ideal).

Pero, además, no respondemos a un valor, sino a una infinidad de valores, tantos como elementos hay en donde se pueda dar un orden de preferencia, y de unos somos conscientes y de otros no. Si pensamos en comportamientos compulsivos, por ejemplo, el de un jugador que quisiera dejar de jugar y no lo consigue, podríamos descomponerlo de nuevo en múltiples valores en conflicto: no “quiere” ser un jugador porque no quiere haber perdido ni las consecuencias de esa pérdida, el ser que es cuando vuelve a casa sin dinero, etc., pero este mismo contravalor le lleva a valorar el apostar una vez más, el convertirse en alguien diferente con un solo golpe de suerte, el transformar su narrativa individual (no solo la futura, sino la reinterpretación de todas sus acciones pasadas) en una sola noche. Todo esto es por supuesto más complejo aún, porque el valor del jugador no es solo ganar o perder, son todos los demás valores asociados, que se construyen en cada persona de forma diferente: quizás el valor de ser capaz de arriesgarse, o de demostrar indiferencia por el dinero apostándolo, etc. etc. etc.

Esa persona que “no queremos” ser y nos vemos siendo es el objetivo consciente, pero mi comportamiento emerge de la totalidad de mis aprendizajes y la mayor parte de ellos no me los he traído nunca a la consciencia, y son infinitos y se combinan entre sí. Desde luego ayuda “traérselos a la conciencia”, saber de dónde proceden, aunque como decía en el post, no basta la catarsis, porque nuestros aprendizajes no son una acumulación de datos, sino estructuras neuronales que necesitan reforzarse y crecer y rehacer combinaciones nuevas (de ahí que el pensamiento recurrente y obsesivo durante la depresión tenga un objeto y sea necesario en mi opinión).

Perdón por la extensión de la respuesta, pero la pregunta da en el clavo de la parte más problemática (e interesante) de todo esto.

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Avatar de Cristian Martín

Desde pequeño hasta los 18 años, me apasionaban el dibujo y la pintura. Dibujaba todos los días, en cualquier momento. Estaba clarísimo que mi futuro iba a ser dedicarme al arte.

Pero entonces pasó algo terrible: hice un dibujo donde pude expresar todo lo que sentía, y me quedé satisfecho. Después de eso, fue imposible retomarlo con la misma fuerza, cualquier otro dibujo me parecía descafeinado, aguado, y fui paulatinamente dejando de dibujar.

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Avatar de Edu Rodríguez

Lo hablamos ayer en persona, pero no me quedé satisfecho con cómo me expresé (que imagino que es la razón por la que me considero “escritor” y no “hablador”).

Lo que estaba intentando decir es que lo que yo creo que se expresa en el arte, como lo que se expresa en cualquier acción, no es un sentimiento, sino un tipo particular de persona (aquél que hemos aprendido a valorar a lo largo de la vida). Toda acción es performática en el buen sentido, porque intenta convertirnos en algo, y lo consigue en la medida en que nosotros mismos (de forma indirecta, a través del juicio de los demás, o de forma directa, a través del juicio propio) somos capaces de reconocernos como ese algo en el proceso de ejecutar la acción. El artista crea para ser artista. Cuanto más concrete esta forma de ser artista, más auténtica será la obra. Si se conforma con que le llamen artista, su obra será genérica y aburrida. Si tiene necesidades más individuales, su obra irá ganando en interés.

Ahora bien, su ser está cambiando constantemente, se está creando a sí mismo sin cesar, así que la obra necesita se creada también incesantemente. Oteiza, uno de mis artistas favoritos, decía, y parafraseo, “mi obra da igual, cuando está acabada le doy una patada y la mando al museo: es el producto secundario de mi construcción individual”.

Pero si esto es así, ¿por qué deja el artista de crear, cuando lo deja? No creo que se pueda responder a esta pregunta sin volverla íntima (y quizás esa era la parte más complicada de hablar de esto en persona), y probablemente solo sea cada artista quien pueda responderla, observar quién está tratando de ser y por qué su identidad de ahora no incluye la continuidad de la obra.

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Avatar de Cristian Martín

Obviamente a los 18 años no era para nada consciente de estar creando mi identidad personal o "mi construcción individual". Yo me creía artista y por eso debía plasmar lo que pasaba por mi cabeza en un trozo de papel. El caso es, como te dije ayer, siempre quedaba insatisfecho con mis obras, siempre había algo que no me acababa de gustar a pesar de toda la gente que me decía que mi obra era muy buena. Y por eso fue terrible quedarme satisfecho. Me vi plasmado en ese dibujo, incluso siendo uno que no le gustaba a casi nadie, y sentí que perdí el motor.

Es cierto que a esa edad estás definiendo tu futuro, y el arte es un camino donde lo más probable es que acabes muriendo de hambre. Podría ser una buena explicación a por qué dejar de ser artista (como tantos otros jóvenes, que dejan su arte al entrar en la universidad), aunque nunca me lo reconociera a mí mismo.

Por otro lado, podría decir que simplemente canalicé el impulso creador en otras cosas, por lo que nunca lo he abandonado del todo.

El tipo de persona que he aprendido a valorar en la vida no era tanto un artista per se. Por mucho que haga memoria no recuerdo a nadie en mi entorno infantil que sintiera lo más mínimo ante el arte. Lo que sí me inculcó mi madre es a ser diferente, y quizás es eso lo que valoré en los artistas (aunque muchos de ellos ahora mismo me parezcan unos pelmas). Al final soy un tío práctico: si lo que elijo es ser diferente, tengo infinitas posibilidades para llegar a serlo.

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Avatar de Edu Rodríguez

También la originalidad o la diferencia es un valor. Y el pragmatismo...

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Avatar de Calda
Dec 7Editado

Muy buen artículo, sin lugar a duda de los mejores que te he leído.

La insatisfacción humana tiene muchas fuentes y es omnipresente, irresoluble en su totalidad (la liberación absoluta es la muerte). Por ello, se trata de domesticarla y no de eliminarlo, de reducir sus valores máximos y sustituirlos por los valores máximos de satisfacción. Eso es posible en alto grado, y más allá de un mínimo del entorno, depende básicamente del control mental: de la atención y la reflexión. Aciertas al mencionar cómo la inacción duradera es aversiva, y cómo de ella nace el impulso a otras acciones, apuntando a una necesidad o tendencia animal que va más allá de la supervivencia.

También aciertas al mencionar cómo valoramos en base a criterios ajenos y, en ese proceso y en ciertas culturas, ese proceso se endogeniza: valoramos una auto-imagen que hemos adquirido socialmente. Buena parte del neuroticismo moderno y muchos padecimientos se deben a eso, a querer "gustarse a uno mismo", otro modo de "gustar a los demás".

Una solución a estos problemas es darse cuenta de que la imagen y el valor de nuestra auto-imagen, así como la imagen y el valor de otras cosas no son "realidades", sino construcciones que tienen su génesis en nosotros, nuestro entorno y nuestra educación (evidentemente, tales construcciones son útiles y cumplen muchas funciones individuales y sociales). Esas construcciones pueden referir un valor real, esto es, que nos afecte para bien o para mal si no tuviéramos las construcciones (del mismo modo que el referente de una proposición puede ser un fenómeno real). Ejemplo:

- Si no sintiera malestar ante mi imagen corporal como algo real (un valor construido) no sufriría.

- Si no concibiera como real el vudú (un valor construido), no sufriría al aplicárseme este. Del mismo modo, si no concibiera como real que no puedo hablar en público (un valor construido) no sufriría al hacerlo.

- En cambio, pasar hambre de verdad es un valor real, pues llegado a cierto punto no hay sugestión, atención ni contenido simbólico que pueda imponerse a ese disvalor, mientras que sí existen para los otros casos.

Entendido este, queda claro que esos valores construidos tienen causas y producen efectos, por lo que lo suyo es verlos como herramientas pragmáticas para nuestro bienestar. Así, existen valores reales que todos experimentamos, pero son "funcionales", tales como la satisfacción general o ciertas emociones básicas. Evidentemente, nuestras emociones son aprendidas ontogenéticamente en cierto grado, de ahí que tu nota sobre lo cultural, convencional y un poco estéril de llamarla angustia, inquietud o deseo sexual me parezca muy acertada. El valor real, en vez del construido, sería esa función hedónica/sensitiva general que tu mencionas, esa, como me gusta llamarle "homeostasis hedónica". Una forma de ver en acción esta homeostasis hedónica es observar a los discapacitados duros, o a niños y ancianos, cuya satisfacción e insatisfacción se asemeja bastante siendo muy distinto su contenido particular.

[Por valor construido me refiero a algo más complejo que una mera cognición consciente: aprendizajes de toda índole, condicionamientos, procesos fisiológicos... Además, es innegable que uno no puede "tirarse a sí mismo del pelo" y sacarse de sus propias determinaciones. Por este motivo la satisfacción de esos valores reales siempre esta mediada por valores construidos en cierto grado y no podemos ir más allá. Menciono esto por el hiato real que separa cosmovisiones culturales muy marcadas y el verdadero sufrimiento que puede causar a muchos un ataque a lo que creen real sin que tengan la posibilidad de construir una alternativa, precisamente por ese determinismo. Por este motivo, más allá del cultivo de la propia atención hay que cuidar la exposición a contextos y otros elementos que nos afectan (no consumiendo mierda, a nivel de sustancias e ideas).

El consuelo religioso, por ejemplo, atacado por un ateo me parece harto despreciable y iatrogénico. Así como atacar un modo de vida que resulta útil para un individuo (ver el futbol en el bar con los colegas) diciéndole que está alienado o no tiene intereses ni se cuestiona a sí mismo puede causar mucho daño. En cierto modo, el sufrimiento neurótico y egótico moderno de muchas personas es debida a esa incongruencia entre valores y construcciones plurales y diversas que les impiden tener la convicción profunda de que eso es real y valioso por encima de las alternativas (de ahí los divorcios o la crisis de los cuarenta, por poner un ejemplo). No hay que ser provincianos ni doctrinarios si entendemos el carácter pragmático y determinado de tales creencias.]

PD: De primeras, tras leer tu artículo, vislumbro sabiduría práctica en ti, lo cual celebro y me produce goce. ¿Por qué me produce goce? Por el uso de un valor construido simbólico y reflexivo que me causa satisfacción al pensar en la satisfacción de otros (a la inversa que la envidia o el odio). Sirva esto como ejemplo práctico de lo mencionado.

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Avatar de Edu Rodríguez

Gracias Calda, estamos muy alineados. El tema del valor como aprendizaje forma el núcleo del blog, y lo has resumido perfectamente. Sé que me repito mucho (mi mujer me toma el pelo cada vez que me oye decir la palabra “valor”), pero también es verdad que el tema da mucho juego. Como motor, verlo en acción a través de ejemplos propios y ajenos genera formas siempre interesantes y sorprendentes; pero es que, además, como algo aprendido, da para hablar de esa estructura de aprendizaje, del modo exacto en que se transmite (en los posts lo llamo las “genealogías del valor”). Y como elemento social, que viene de otros y puede ser contagiado a otros, nos da para hablar de política, de economía y de historia, algo que he tocado en algunas ocasiones este año y en lo que me voy centrar más en los posts del año próximo. Se puede generar una epidemiología del valor que explica la relación entre lo individual y lo general: las modas, las ideologías, incluso las formas concretas que toman el deseo (el tema de la semana que viene) y el poder.

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Avatar de Calda

Pues si quieres mencionar una de esas genealogías problemáticas del valor modernas, conviene poner el foco en la libertad personal, la realización y el deshacerse del yugo de la tradición. Es un lugar común moderno que las personas antaño sufrían mucho por tener que adecuarse a un rol rígido y tradicional, ya fuera repitiendo profesiones heredadas o adecuándose a las presiones familiares. Se dice que la apertura a la individualidad supone una gran mejora, cosa que me parece falsa, salvo cuando se tiene suerte y esas potencialidades positivas pueden realizarse. [Al respecto, si no los has leído, están guapos los libros de Sennett y Marino Pérez un poco en esa línea, argumentando como los trastornos mentales modernos responden bastante a ello.]

Antropólogos decentes ("El estudio del hombre", de Linton es cojonudo pese a ser un clásico) y un poco de conocimiento sobre esto que hablamos del valor muestran casi lo contrario: cuando sólo hay un único valor que orienta tu vida y no hay alternativas en el ambiente, es imposible que concibas esa adecuación forzada como algo malo (y como forzada a su vez) y que desees más allá (sí, puedes ver a la mujer del panadero y juzgarla más atractiva que la propia, o desear recibir más risas y amabilidad del vecino, pero poco más).

Seguimos charlando, saludos.

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Para mí, la diferencia esencial es que la inquietud es motor y la angustia parálisis. Y como tales, la primera es vida, pelea, defensa, descubrimiento, avance. Sin embargo, la segunda es temor, bloqueo, impotencia, negación, muerte.

La primera puede resultar una duda, incertidumbre, desazón que si va tomando más cuerpo se convierte en la segunda. Y esa viene a por ti.

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Avatar de Edu Rodríguez

Gracias Maruja (me cuesta escribir “LaDelMedio”, jeje).

Entiendo lo que quieres decir, y desde el punto de vista semántico es verdad que “angustia” tiene ese tipo de connotación: se encuentra después de todo cerca de otras palabras "paralizantes", como “miedo”. Ahora bien, como estructura, yo creo que todos los sentimientos tienen una función motora. Otra cosa es que ese motor no sea movimiento literal. Hamlet indeciso, incapaz de actuar, no deja de pensar. Y pensar también es acción. Quizás retrasa las acciones más visibles, pero acaba conduciendo a ellas.

Puesto de otro modo, no creo que Hamlet estuviera como el burro delante de los dos montones de paja, paralizado por la indecisión. Hamlet estaba *procesando* a lo largo de mucho tiempo la información del fantasma de su padre; sus acciones estaban siendo retrasadas, no paralizadas.

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