12. Artificiales, o las IAs como acicate para una creatividad radical
Las IAs transforman la creación en medianía, acelerando el enquistamiento de los clichés y fomentando una creatividad cada vez más individual
Años antes de que nos invadieran ChatGPT, DALL-E y todos sus sucedáneos, probablemente alrededor del 2010 o el 2011, recuerdo haber debatido con Germán en una terraza del paseo de Delicias sobre la posibilidad de que una inteligencia artificial pudiera escribir una novela. Él defendía que sí, que podría suceder, que no había ningún ingrediente mágico en los procesos creativos humanos que impidiera su mecanización. Yo, que chapoteaba todavía con torpeza entre teorías poco (y mal) desarrolladas y lecturas insuficientes, le respondía que un arte sin intención es absurdo, porque sin intención no hay significado. Una historia no es solo la narración de hechos sucesivos, debe querer “decir algo”, pero ¿qué puede “querer decir” si no procede de una voluntad que “quiera” el “decir”? Germán ironizaba sobre el fetichismo que rodea a la idea del “autor”. Si, como evidencia la historia de la literatura, las intenciones de un autor no determinan el modo en que recibimos su obra, ¿por qué no podemos prescindir de él? Puesto que yo mismo pretendía ser un “autor”, mis objeciones a las IAs sonaban a narcisismo, a una defensa pueril de mi propia relevancia.
Me sonrojan un poco los simplismos y lugares comunes con los que le respondía a Germán por entonces, y desde luego que hoy no me atrevería a utilizar términos tan problematizados como “intención”, “significado” o “voluntad” tan a la ligera. Pero a pesar de que parece que el tiempo le ha dado la razón, y aunque mi pensamiento al respecto ha evolucionado mucho, sigo sosteniendo que, si una IA llega algún día a generar una obra de arte “original” y “significativa”, deberá partir de estructuras y procesos tan similares a los humanos como para que la consideremos también… humana. La complejidad, como quizás revelen las comillas, consiste en determinar a qué nos referimos con “originalidad” y, especialmente, con “significado”.
Pensaba en esto hace unos días, al hilo de un episodio de HowTown. HowTown es un canal de YouTube de divulgación científica que lleva al lenguaje audiovisual un formato de podcast que se popularizó en el mundo anglosajón hace unos años: dos presentadores, con frecuencia hombre y mujer, mantienen un diálogo en el que uno de ellos pretende informar al otro sobre un tema que desconoce. Este tipo de estructura genera una cadencia muy concreta de preguntas y respuestas, de inserciones, interrupciones, silencios, expresiones de sorpresa, risas y comentarios, que le da dinamismo y permite al espectador verse representado por uno de los periodistas, en lugar de ser el receptor pasivo de un monólogo didáctico. Evita, digámoslo así, que el público sienta que está de regreso en el colegio.
En un episodio reciente, Joss le contaba a Adam que, a juzgar por la sección de comentarios, muchas personas creen que ambos son en realidad personajes generados por una inteligencia artificial. Una semana más tarde, NotebookLM, un podcast generado por IAs, mantenía un diálogo sobre el tema, citándolos a ellos y utilizando el mismo estilo exacto de presentación, con los mismos patrones y cadencias, la misma dicción y las mismas dinámicas que ellos utilizan.
Joss, que en este caso era la que presentaba el contenido, no le explicaba a Adam por qué tanta gente los acusa de ser IAs, pero la razón resulta evidente una vez que se escucha el podcast de NotebookLM. Y es que Joss y Adam suenan exactamente como presentadores profesionales, se adaptan a un formato altamente estandarizado y lo reproducen sin el menor titubeo y con una dicción tan clara y pulida que parece artificial.
Cuando hablamos de comportamiento y decimos que alguien nos resulta “artificial”, nos referimos precisamente a que se adhiere a ciertos estándares con demasiada (absoluta) precisión. Los actores de doblaje, por ejemplo, aprenden todos en las mismas academias a entonar de un modo muy deliberado que no se escucha en ningún otro ámbito de la vida. Peor, muchos actores y directores de cine, especialmente en España, imitan el estilo de los actores de doblaje para que sus películas le parezcan más norteamericanas a un público acostumbrado a ese filtro, con el resultado de que las vuelven más artificiosas de lo que llegan a ser nunca sus modelos anglosajones en el original (para un oído que ha aprendido a detectar esta artificiosidad, una película española a la americana puede resultar insoportable).
Es una coincidencia feliz que lo que llamamos “artificial” en la vida corriente coincida con lo que las Inteligencias Artificiales son capaces de imitar con más facilidad. No es que Joss y Adam suenen como IAs, es que tanto las IAs como Joss y Adam han adoptado estilos estándares, derivativos. Las IAs se entrenan en el lugar común y se dedican a reproducirlo. Son como detectores increíblemente perceptivos de clichés.
Hank Green, otro divulgador de ciencia (que por cierto, ha desarrollado su propio estilo, que imitan todos los presentadores de sus múltiples canales de YouTube), llevaba estas mismas ideas hace unos días al terreno de la generación de imágenes. Venía a decir que, tan pronto como una estilo determinado se hace popular, las IAs aprenden a imitarlo, generando una saturación en el mercado que hace que nos cansemos de él enseguida, que digamos que parece “artificial”, y que pasemos a otro. ¿No corresponde esta descripción a los ciclos culturales de las modas? La única diferencia es que el proceso de copia e imitación ha sido mecanizado, industrializado, lo cual provoca que se haya acelerado también enormemente.
Hank añadía la observación de que unas personas aprenden a detectar esta saturación antes que otras. Ponía como ejemplo a todos los que escuchan música country contemporánea, que suena exactamente como la de hace cincuenta años. No es coincidencia que aquellos que toleran la repetición sean también quienes se resisten al cambio social (y en el extremo, el fascismo puede ser definido como la exorcización del cambio en los cuerpos de las minorías. Más sobre esto en una entrada próxima).
Así que entonces, ¿puede escribir una IA una novela? Sí, desde luego, puede escribir una novela derivativa, porque ha sido entrenada solo con textos, porque parte siempre de material existente, estandarizado, “artificializado” incluso antes de que llegue a ella, mientras que un ser humano parte de una variedad de materiales infinitamente mucho más amplia y colorida: no solo otros textos, sino también las personas a las que conoce, el momento histórico en el que vive, la infinidad de redes en las que se ubica y que lo vuelven único. Cuando un artista está tratando de ser reconocido, de probar su valía, trata de ser visto en relación a aquellos cuya valía ya ha sido reconocida, y se alimenta por tanto de obras existentes, es decir, se comporta como una IA y produce, como ellas, arte derivativo. Pero en la medida en que comienza a introducir en su obra el resto de redes que habita, su obra se va volviendo también, como él mismo, originaria e irrepetible.
La originalidad (y este era realmente el punto de contención con Germán) no es la suma de estándar + aleatoriedad. El hecho de que cada ser humano sea único no se debe a que se haya dado en él una combinación genética arbitraria, sino a que ocupa un lugar hiperdimensional que no ocupa nadie más en las múltiples redes estructuradas del ser: esta ubicación referencia ubicaciones similares pero diferenciadas en todos los demás nodos y se halla sujeta a los movimientos fluidos de la totalidad. La dirección cambiante de estos movimientos es lo que llamamos “sentido”, y por eso no basta con introducir un elemento aleatorio en una obra para hacerla original: es necesario que ese elemento sorprendente se encuentre vinculado al resto, que continúe y desvele la danza del conjunto, que signifique.
¿Podrán llegar las IAs a ubicarse en estas redes mucho más amplias e interesantes? ¿A tener referentes y contradicciones, a verse sujetas cada una de ellas a un desarrollo individual? Yo creo que sí, algún día lejano, bajo una forma muy diferente de las muy primitivas IAs actuales. Pero para cuando llegue ese día, las IAs se nos parecerán tanto que habrán dejado de suponer una amenaza para nuestra sensación de valor y relevancia.
Notas y erudiciones prescindibles (Name dropping)
¿Qué es el sentido? La palabra “perro”, como indicara Saussure, no es el continente de un contenido sensorial, sino que significa su diferencia: perro es perro por no ser gato ni urraca. Perro es la ubicación única de perro con respecto a gato y al resto de palabras. Por eso el significado de cada elemento de la red es siempre aproximado e inabarcable: los matices de la definición pueden continuar a través de la descripción de la red completa, una tarea infinita e innecesaria. Ahora bien, podemos entendernos porque aunque “perro” no ocupa el mismo lugar exacto en todas nuestras redes (que son únicas en cada uno de nosotros), se encuentra en relación con tantos nodos que las diferencias menores se anulan.
Esto se aplica también al significado más allá del lenguaje. El significado de un nodo cualquiera (sea este una palabra, un fragmento, una obra, una persona, una vida o un movimiento grupal-histórico) consiste en su relación con el resto de nodos y con la dirección de los movimientos que estos otros nodos van trazando. Por eso no basta la aleatoriedad para generar “creatividad”. El elemento único debe encontrarse en relación con el resto de elementos, es decir, debe tener “sentido”.
Los artistas visuales llevan desde la invención de la fotografía enfrentándose al cuestionamiento del valor de sus habilidades, una crisis que nos dio el modernismo, desde el impresionismo a la abstracción. El ataque, en apariencia más feroz, de la IAs, dará también resultados hoy impredecibles: deben ser impredecibles, o las IAs los estarían prediciendo. Lo cual no significa que todos aquellos que vemos nuestro valor cuestionado no vayamos a pasar por el dolor que supone toda reinvención, todo giro imprevisto y forzado. Yo creo que los resultados (individualidades más concretas pero más conectadas, es decir, con más sentido, conforme el sentido mismo se vuelve consciente y explícito), demostrarán que las IAs se han limitado a acelerar la dirección que ya llevábamos.
Enlaces
El vídeo de HowTown donde hablan de los espectadores que creen que Joss y Adam son IAs.
El vídeo en el que Joss y Adam reaccionan al podcast generado por NotebookLM.
El vídeo de Hank Green sobre por qué algunas obras “reales” parecen “falsas”.