Es evidente que «todo está conectado», lo que no está nada claro es el modo en que se desarrollan y evolucionan estas conexiones. La visión más común desde el siglo XX es que se trata de procesos inhumanos y arbitrarios: que nada tiene sentido.
Pero lo que propone esta publicación es exactamente lo contrario: que no solo podemos comprender el modo en que los diferentes aspectos de la realidad emergen los unos de los otros, sino que además se desarrollan todos siguiendo las mismas pautas, lo que aquí llamamos «la genealogía del valor». Las razones que explican nuestra psicología personal, nuestras pasiones y fobias, nuestra identidad o nuestras profesiones, explican también los comportamientos grupales: la historia, la economía, las modas, la cultura.
Para demostrarlo, no necesitamos tomar prestada la autoridad de pensadores célebres (aunque evidentemente nos encontramos en deuda con muchos de ellos, de Nietzsche o Saussure a Derrida o Heidegger) ni asumir conocimientos previos ni navegar abstracciones innecesarias: nos basta con describir los movimientos que trazan los propios mecanismos, es decir, con narrarlos, para dejar que el lector juzgue su credibilidad.
¿Qué lleva, por ejemplo, a dos personas a unirse o qué motiva su ruptura? ¿De dónde proceden nuestras preferencias estéticas o la importancia que le damos (o negamos) al poder adquisitivo o al sexo o a la ideología? ¿De qué modo emergen las redes de la economía o del poder de las redes de la identidad?
El autor de estas líneas se encuentra lógicamente inmerso él mismo en la red que trata de describir, pero esto, en lugar de suponer un problema de principio, nos brinda un punto de partida. Desde aquí, desde el ahora, desde este momento histórico y este lugar concretos, desde esta conciencia y este cuerpo y hacia el horizonte de esta existencia, como se observa desde la tierra la danza de las constelaciones, observo yo los movimientos de la red global y los míos propios para describir el conjunto artículo a artículo, nodo a nodo, ubicación a ubicación.
Los pueblos originarios de Latinoamérica y las culturas orientales tienen una cosmovisión muy distinta a la nuestra. Hay vida más alla de Nietzche, Derrida y los filósofos occidentales...
Podría clasificar auténticamente la realidad como una expresión de la creatividad o la realidad como una constelación de constelaciones de bordes fijos en los que la mejor y única opción es seguir una dirección circunstancial determinista porque sino sería negar cosas existenciales quizás, vitales tal vez o incluso imposibles de desestimar (como una vida longeva o como una vida útil y productiva en todos los aspectos posibles), pero casualmente al observar con atención lo que alcanzamos a saber de la historia, de la prehistoria y de la experiencia vivida en primera persona: hay excepción a toda regla, siempre, lo que niega rotundamente la posibilidad de uniformidad precisada en parámetros lineales. Por otro lado ver la creatividad como inspiración y fuente de todas las dinámicas de la vida es inherente a la condición humana. La filosofía puede ser arte o puede ser ciencia.