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Avatar de Araceli Mateos Ghosh

Enhorabuena por el podcast, me ha parecido muy interesante. Lo recomiendo. Y también por el cierre de este primer año. Es un texto ambicioso, muy trabajado, con una voluntad clara de sistema y una capacidad grande para articular psicología, aprendizaje, historia y economía en un mismo marco. Se nota el recorrido y la coherencia del proyecto.

Gracias por compartirlo y por mantener un espacio de pensamiento tan exigente.

Abrazo!

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Dec 21Editado

1.-La relación con las "enfermedades mentales" es palmaria. Siguiendo con lo qué dices, parece evidente que se nos transmite una preferencia comportamental por ciertas emociones y pensamientos que nos hace vulnerables. Así, cualquier mínimo reducto de insatisfacción es visto como algo intolerable, como un anti-valor que hay que eliminar, lo cual lleva a una obsesión y a la incapacidad de afrontarlos, pues nos sensibilizamos en exceso y disminuye a la larga el umbral de sufrimiento (una especie de hormesis). También es paradójico que algunos de los mecanismos para distanciarse de los pensamientos y emociones contribuyan a los mismos (meditación, cambio de pensamientos ¿irracionales por racionales?), pues siguen sustentando como importantes esas emociones y pensamientos sin llegar a comprender que sin considerarlo importante mengua su relevancia.

Además, el lenguaje psicológico-patológico se ha convertido en el imperante y no da lugar a otros lenguajes o conceptualizaciones del asunto, ya sea uno moral, religioso, político, de decisiones vitales en sociedad o uno más causal, como el que propones. Antaño se tenían posesiones demoníacas, casos de histeria (Charcot, luego Freud) o contactos con espíritus, como el alcoholismo era un vicio. Cada conceptualización tiene sus ventajas: considerar enfermo a un depresivo le quita estigma, sí, pero también tiende a producir profecías auto-cumplidas y a producir cierta complacencia social que refuerza esa conducta. A un poseído se le toleraban cosas que no a alguien normal, como desahogarse, ser maleducado o evitar deberes, pues no es "él", en su sano juicio, sino él enajenado por espíritus malignos o enfermedades mentales.

De este modo, ante una vida vacía sin nada a lo que dedicarse nace la depresión, y así se explican muchos de los casos de personas mayores, jubiladas o cuyos hijos ya se han independizado. Para los jóvenes más de lo mismo: no se les ha enseñado ningún valor rector y entonces no tienen qué rija su vida y sufren a la mínima, pues no hay ninguna preferencia comportamental que justifique la insatisfacción.

2.-A su vez, esto se combina con el valor individualista-subjetivo. Es decir: aprendemos que el comportamiento más importante es nuestro bienestar, es mirarnos al ombligo y no mirar más allá. Entonces, cuando la vida está centrada en uno mismo y uno no es capaz de hallar bienestar se le derrumba el mundo encima y deviene preso de la propia mente. Cualquier sufrimiento cuya causa codifiquemos como externa es fácilmente reducible (puedo gritarle al conductor de al lado o gritarle al médico que no ha curado a mi hijo). En cambio, cuando no hay codificación externa, no hay forma de reducir ese sufrimiento (la propia depresión o la propia ansiedad como desconectada de algo externo). La disminución de la natalidad y la disolución de familias amplias así como de matrimonios, por ejemplo, hace que muchos de los valores que puedan regir una vida desaparezcan, sustituidos por el propio bienestar. Por eso todo el mundo busca aficiones, objetivos, propósitos, para intentar saciar esa preferencia de nuestra época que está centrada en nosotros mismos. De este modo hallamos muchos casos de salidas a supuestas "enfermedades mentales" con un cambio de rutina, con nuevos micro-valores en cambios de contexto. El problema es que esos valores son mucho más débiles y cambiantes, pues sólo los sustenta uno mismo, mientras que otros valores son mucho más rígidos. Esto explica las sectas y los sub-grupos: ¿cuantos cincuentones se apuntan a grupos de budismo o de crossfit y por qué? Para conseguir que ese contexto sea más rígido e incluyan relaciones sociales, pero tales uniones sociales por afinidad suelen disolverse más rápidas que aquellas regidas por el deber.

Así, uno puede disfrutar de un mes dedicado a la cerámica (son sintomáticas las extraescolares para adultos), pero cuando se le pase el subidón seguirá pensando "no estoy del todo bien". Otro ejemplo es la insatisfacción laboral, existente porqué se ha transmitido que el trabajo debe ser algo grato y especial. Yo he visto a mucha gente de clase media universitaria frustrada con trabajos cómodos y a poco currela en la misma situación con trabajos duros. El primero ha recibido el valor de un trabajo especial y no tiene el valor de la necesidad económica, mientras que el segundo ha recibido el valor de que currar es lo qué hay y punto, sin más milongas.

3.-Es muy difícil y contrario a nuestra naturaleza mamífera social vivir sin razones (en un ocio permanente) y sin vínculos sociales rígidos. Aceptar una vida sin "sentido", sin nada a lo qué orientarse ni nada qué hacer, es algo reservado a pocos. Igual que con las conceptualizaciones de sucesos. Alguien que no considere "mala" la muerte de sus padres o de su mujer es visto como alguien inmoral, frio, raro o inhumano, incluso como patológico. Sirva esto como ejemplo de esas genealogías de valor cultural y biológicamente determinadas.

4.- Muy grato encontrar tu lectura. Al principio me costó pillar tu "jerga" y tus coordenadas, pero ya he logrado traducir tus conceptos a los míos y he hallado muchas afinidades y concordancias sobre ciertos fenómenos que pueden exponerse de muchos modos pero refieren a las mismas realidades. Seguimos leyéndonos el año que viene si la diosa fortuna lo tiene a bien.

Saludos, y felices fiestas.

PD: Como regalo de navidades, si no lo has leído, creo que puedes gozar mucho de cualquier cosa de George Santayana, afín a mucho de lo que expones.

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